Sembrando raíces
Prof. Katerine Martínez
El Sabio es una institución que ha permitido a estudiantes, maestros, colaboradores y familias involucrarse en la construcción y reinvención de espacios que se han constituido a través de los años en zonas coloridas y llenas de vida. Son las manos de los Gimnasianos las que han transformado el paisaje, sembrando semillas y plántulas que han tejido a través de los años, fuertes lazos de empatía, compromiso y sentido de pertenencia.
Allí se han reinventado clases de Ciencias, Artes, Español y Filosofía, las aulas de clase han trascendido a espacios vivos para enseñar y aprender; un pequeño árbol sembrado en 2016 se ha convertido en insignia de la institución, ha sido instrumento para la creación de poemas, musa para la inspiración de obras artísticas, objeto de estudio para análisis filosóficos y una ventana al mundo de lo vivo a través del acercamiento científico; en El Nogal no solo habitan hormigas, aves y hojas, allí habitan historias, sueños, abrazos y saberes que durante casi una década se han tejido entorno a él. ¿Cuántas historias podrán contar esas arrugas en su tronco? ¿Cuántos sentimientos se encontrarán en sus profundas raíces? ¿Cuántas familias han visto crecer sus elevadas hojas? Estas y muchas preguntas más emergen cuando uno se acerca a él, a contemplarlo, a sentirlo, a desear que nos acompañe muchos años más y que siga creciendo y haciéndose fuerte como el Sabio lo ha hecho en estos 25 años.
Cada planta que ha crecido en las zonas verdes del colegio ha sido testigo del esfuerzo y la resiliencia de esta comunidad, de los aprendizajes constantes y compartidos, del orgullo de los gimnasianos que sembraron con ilusión una semilla o una plántula, le dieron un nombre y se comprometieron a cuidar de ellas. Espacios como la huerta escolar han empoderado a los más pequeños del colegio, los niños de primero y segundo han cuidado durante años de coloridos y deliciosos vegetales que dos veces al año son cosechados y distribuidos entre diferentes miembros de la comunidad educativa. En estos espacios, los más pequeños aprenden que la responsabilidad, la perseverancia, la curiosidad y el trabajo en equipo son fortalezas que se cosechan durante toda la vida.
Aquí se aprende que el cuidado, la paciencia y la dedicación tienen recompensas tangibles y simbólicas que les acompañan durante toda su vida, el colegio pasa de ser un edificio de cemento y varillas, para convertirse en un segundo hogar, la casita de los techos azules como se le conoce en la comunidad, se convierte en un lugar transformador, donde una comunidad educativa florece, donde las áreas verdes y las fortalezas del carácter que sembramos con los más pequeños, van creciendo con ellos y en el bachillerato se siguen transformando, incorporando el liderazgo, la empatía, la gratitud y el amor por el aprendizaje a través del compromiso que surge por cuidar y mantener esos espacios vivos que transforman la experiencia de aprender.
El Jardín central, el escudo del Sabio, los cartuchos de la casita azul, el lombricultivo y la franja verde que adorna el Ágora son ahora espacios para proteger, para hacer más lindo este segundo hogar, para aprender el poder biotransformador que tiene una lombriz y valorarla como un ser vivo fundamental en el mantenimiento del planeta tierra, para perder el miedo por los insectos y mirarlos a través del amor y el respeto, para reconocer que las plantas sienten y es bueno cuidarlas y hablarles bonito, para compartir en espacios al aire libre y aprender sobre la historia de las cosas, son lugares donde cada hoja nueva que brota y cada animal que pasa de visita simbolizan el amor que la comunidad ha sembrado en su paso por el Sabio, las raíces que cada persona deja en el colegio son muestra de que quien siembra vida, cosecha pertenencia.









