Mis primeras expansiones
Maicol Gómez 11A
Primera y personalmente no me he considerado alguien amante a estas modificaciones al cuerpo, ya que mi familia ha sido bastante conservadora en el tema, pero siempre me ha intrigado la idea de iniciar con un arete pequeño para sentir esa experiencia. Recuerdo muy bien ese miércoles que al fin mi mamá me dio permiso para hacerlo, fui corriendo con mi primo Samuel que su papá David también accedió a dejar que su hijo saliera y se lo hiciera, recuerdo pedirle dinero a mi papá para hacerlo ya que la perforación costaba 10 mil pesos, y en ese entonces tenía los pelos de punta. Entré a la sala y se sentía un aire pesado, quería irme hasta que llegó Sandra, la señora que me atendió de una manera muy cordial y me convenció de que la primera perforación no dolía como parecía.
La señora Sandra tenía una manera de convencer bastante Peculiar, tal vez era porque era muy atractiva o simplemente no quería verme como un marica, el caso, ella accedió a darme mi primer arete y me metió a una habitación donde tenía que sentarme y ver cómo destapaban la aguja con la cual me iban a perforar, vuelvo y digo, tenía bastante miedo, pero por no parecer un cobarde me tocó apretar y seguir. La señora Sandra se me acercó tanto que no pude negar las ganas de darle un beso, olía bastante bien pero entendía que ella tenía que ser profesional y yo también, por lo que me limité a apretar los dientes y esperar lo peor, efectivamente como dijo al principio, en realidad no dolía mucho, solo se sentía un pinchazo, y cuando menos pensé ya tenía el arete puesto, recuerdo bien las palabras que me dijo, “No sea tan llorón que esto no dolió, y si le dolió llore”, yo inmediatamente me quede pasmado pero con unas ganas de reírme ya que cogió confianza bastante rápido.
Entonces no pude hacer más que dejar pasar el dolor y dejar que mi primo pasara, ya que él se estaba burlando porque casi lloro, de tanto burlarse él sí salió llorando, salió con los ojos rojos y pasmado del dolor que tantas veces me repitió que le dolió. Yo no paraba de hacerle bullying porque la oreja se le inflamo y parecía una papa, me dijo que nunca se volvería a hacer un arete, pero a mí sí me quedaron las ganas de más.
Ese mismo día compré la bala, la bala es un instrumento que se usa para expandir de cierto tamaño a cierto tamaño, y procedí a expandirme la oreja a la 6, sentí como mi oreja se desgarraba y salía harta sangre por el orificio que la bala iba dejando, pero no me dejé llevar del dolor y seguí porque el que tenga miedo a morir que no nazca, en ese momento la señora Sandra se empezó a burlar de mí porque pensaba que no sería capaz, así que de tanto pasar la bala por la oreja de un momento a otro llegué a la 8 que es más grande de lo que tenía previsto. Obviamente ya estaba ahí, no podía echarme para atrás y ya me había embalado, entonces compré una expansión acorde a ese tamaño y me la puse, ahora el de la oreja de papa era yo, pero muy contento con el resultado, así que como sabía que mi mamá me iba a encender a palo cuando llegara a la casa, decidí que para que me pegara con más razón, me expandí la otra oreja.
Recuerdo llegar a mi casa y ver a mi mamá sacando una ortiga de la terraza, les mentiría si no les digo que sudé frío, pero mi cuerpo ya había aceptado su destino y estaba preparado para que me partiera el palo en la espalda. Efectivamente, me cascó re duro pero la experiencia de las expansiones me habían dejado satisfecho, en conclusión no reten a sus mamás, esta es la hora que aún siento la sensación de la ortiga impregnada en mi espalda, todo a su tiempo.